viernes, 17 de julio de 2015

Semillas de esperanza (I)

Hoy es uno de esos días en los que la vida da tregua y todo parece tener sentido; un día de esos en los que amaina la tormenta y lo cotidiano se vuelve belleza.... ¿Por qué, que es eso tan extraordinario? Bueno, realmente nada; nada y... todo.
Este es un ejemplo de esos pequeños detalles, guiños, que aparecen gratuita e inesperadamente sin razon alguna, para ti y punto... y son cosas pequeñas, pero dan otro color al día.
Hoy  después de salir agotada de la biblioteca y tras pasar por la parroquia una señora me ha preguntado que qué carrera iba a empezar. Sonrío, como cada vez que confunden mi edad de ese modo y explico que ya acabé, que llevo una mochila y sigo estudiando porque me preparo el MIR... "Lo de siempre", pienso, ya dispuesta a explicar una vez más cómo es eso de que ya he acabado pero sigo estudiando, eso de que hago una especialidad pero ya soy médico, etc... Pero resulta que tiene una hija médico, y resulta que una mujer que se ha cruzado en tu camino de modo casual te da ánimos, te habla de que el esfuerzo merece la pena, te recuerda por qué empezaste esto, y acabáis en una conversación que hace que pierdas la noción del tiempo... ¡Y las cosas no acaban allí! Te vas y te encuentras con otra persona, esta vez un chico que quiere estudiar medicina -no me preguntéis como llegamos a ello- y nueva conversacion. :) Al fin y al cabo... la esperanza recibida no está para quedársela para uno mismo, sino para compartirla.
Al final llegas a tu edificio 10 veces más tarde de lo previsto pero feliz. Cruzas la verja, y se te recuerda que es verano: gente en el jardín, música, una fiesta, niños correteando... Entonces es cuando miras la escena, mientras cargas sobre tus hombros esa mochila llena de manuales, y sonríes: sí, tu verano este año no es así... pero eres feliz. Sí: estás donde tienes que estar; sigues luchando por lo que quieres, tanto en la medicina como en el resto de tu vida, y eso es más que suficiente. Disfrutas del camino, consciente de tu pequeñez; te cansas, tropiezas, te levantas (o te levantan...), te desesperas, tiras la toalla y vuelves a recojerla. A veces solo, otras acompañado; a veces  corriendo, otras andando... pero sigues.
¡Y sí! Lo confieso... sé que soy una afortunada.
Y sí: me siento feliz, feliz de muchas cosas... y una de ellas, sin duda, es de SER MÉDICO.

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